Tal y como os comenté en un post anterior, Lucía nació con bajo peso. Por esa razón, empezamos a escuchar hablar de percentiles desde la última etapa del embarazo. Nuestro pediatra nunca nos ha preocupado con este tema, siempre dice que lleva una curva de peso muy buena. Pero recuerdo que en una de las revisiones en la que hablábamos del inicio de la alimentación complementaria me dijo que a ver si conseguíamos que llegase a la media, ya que todavía estaba un poco por debajo del percentil 50. Aquello me hizo pensar… Me pareció absurdo pensar que mi hija tenía que alcanzar el percentil 50 de peso, como si se tratase de un aprobado.
Para empezar vamos a ver qué es un percentil. Esto no es más que una medida estadística que mide la posición de la distribución. Los percentiles son 99 valores que dividen a la distribución en cien partes iguales, dejando un 1% de las observaciones entre cada dos de ellos consecutivos. De manera que una vez ordenados de menor a mayor los valores de una muestra, el percentil 50 ocupa el valor central, dejando el 50% de los individuos de la muestra por debajo de ese valor y el 50% por encima.
Pero lo vamos a entender mejor con un ejemplo. Supongamos un pequeño pueblo en el que viven 10 niños de 6 meses de edad, cuyos pesos son de:
Pablo: 9 kg- María: 9 kg- Juan: 8,5 kg- Pepe: 8 kg- Ana: 7,5- Sara: 7,5 kg- Manuel: 6,5 kg- Martina: 6 kg- Álex: 6 kg- Nuria: 6 kg.
Si calculamos el percentil 50, de los pesos de los niños de ese pueblo a esa edad obtendremos que es 7,5 kg. Supongamos que toca la revisión de los 6 meses, el pediatra del pueblo felicita a los padres de Pablo, María, Juan, Pepe, Ana y Sara: «Vuestros hijos están sanos, además su peso supera el percentil 50 que hemos calculado teniendo en cuenta los pesos de otros niños de este pueblo de su misma edad». En cambio, a los padres de Manuel, Martina. Álex y Nuria les deja algo preocupados: «Vuestros hijos están sanos, pero su peso está por debajo del percentil 50 que hemos calculado teniendo en cuenta los pesos de otros niños de este pueblo de su misma edad, vamos a intentar, ahora que iniciamos la alimentación complementaria que coman mucho y muy bien a ver si alcanzan el percentil 50».
Supongamos que esos padres consiguen que coman mucho, mucho, de forma que al llegar a la revisión de los 9 meses los pesos de los 10 niños son los siguientes:
Pablo: 11 kg- María: 11 kg- Juan: 1o,5 kg- Pepe: 10 kg- Ana: 9,5- Sara: 9,5 kg- Manuel: 9 kg- Martina: 9 kg- Álex: 9 kg- Nuria: 9 kg.
A pesar del gran esfuerzo para que sus hijos alcanzasen un peso «normal» para su edad, los padres de Manuel, Martina. Álex y Nuria vuelven a escuchar de boca del pediatra como sus hijos siguen estando por debajo del percentil 50: «Su hijo ha ganado peso a buen ritmo, de hecho ha alcanzado el percentil 5o que habíamos calculado con niños de este pueblo de una generación anterior (8,5kg). El problema es que al hacer el nuevo cálculo de los percentiles, con los niños que ahora tienen 9 meses, su hijo siguen estando por debajo del percentil 50 (9,5 kg)».
Cómo veis en el ejemplo, si conseguimos que todos los niños de una población superen el percentil 50, lo que habremos conseguido es variar la distribución de los datos, y por tanto al hacer un nuevo cálculo, aumentar el valor donde se sitúa dicho percentil. Por tanto, es un sinsentido pretender que todos los niños superen el percentil 5o, porque por definición es imposible. El cálculo de los percentiles no se hace con datos de niños de un solo pueblo, ni se revisan con tanta frecuencia. Pero lo que es cierto es que siempre va a haber niños cuyos pesos están por debajo del percentil 50 (de hecho el 50% de los niños…) y que son igual de sanos que los que están por encima.
Con el tema del peso en bebés se demuestra que cuando a los padres nos invade el síndrome de «mi hijo más», se alcanzan extremos que rozan lo absurdo. En ocasiones el peso puede indicar algún problema de salud, pero una vez descartada la enfermedad, tan «normal» es un niño cuyo peso se sitúe en el percentil 90 como en el 10. Queremos que nuestros hijos sean los más altos, los más gorditos, los que empiecen a andar o hablar antes que el resto… Y claro, siempre suena mejor un 90% que un 10%. Creo que los padres debemos hacer el ejercicio de relajarnos en muchos aspectos, y sobre todo intentar no caer en el fallo de comparar a nuestros hijos con el resto. Dejemos que crezcan felices, sin presiones, sin agobios. Que descubran que comer, además de ser una necesidad, puede ser divertido y placentero, y el momento de la comida una ocasión para compartir con toda familia y no una guerra de padres contra hijos. Algún día os hablaré de nuestra experiencia en la introducción de alimentos sólidos y cómo aplicamos las bases del «baby led weaning» o alimentación autorregulada por el bebé.